La primera noticia llega el 6 de abril de 1973 como inquietante desaparición de tres jóvenes coruñeses que trabajaban en Irún. Desde el día 24 de marzo no se tienen noticias de ellos. Fernando Quiroga Vega (25 años), Humberto Fous Escobedo (28) y Jorge Juan García Carneiro (23) eran amigos: uno trabajaba en una agencia de aduanas, otro en una empresa de transportes y el tercero buscaba trabajo.
El día 24 se fueron a Francia en coche a ver una película. Se sabe porque Fernando Quiroga se lo contó por teléfono a su padre, Jaime, a quien el martes llamaron desde la empresa en la que trabajaba su hijo porque no había ido a trabajar. La noticia añadía que probablemente viajaron en un Austin 1.300, matrícula C-2143-B, propiedad de Humberto. En él habían venido los tres amigos a pasar el fin de semana anterior a A Coruña.
Dos días más tarde, La Voz publica una breve nota con las fotos de los tres desaparecidos y sus nombres sin aportar nada nuevo. En ese momento se pensaba que quizás hubieran sufrido un accidente en algún lugar en el que se hacía difícil localizarlos.
Silencio hasta el día 22 de abril, que se habla por primera vez de ETA. «Fuentes próximas a las autoridades fronterizas han relacionado el hecho con una agresión de que ese mismo día [24 de marzo] fueron objeto tres españoles por parte, al parecer, de miembros de la organización E.T.A. [sic] refugiados en San Juan de Luz». Señala la noticia que los etarras estaban probablemente nerviosos a causa de que la policía los investigaba y que «propinaron una paliza a tres personas en un bar de San Juan de Luz y luego continuaron golpeándolas en otro lugar de aquella localidad».
Pasan otros once días hasta que La Voz vuelve al asunto, para informar de que la policía española pidió colaboración a la Interpol (una organización internacional con policías de medio mundo). Y más de dos meses hasta que se habla por primera vez de que fueron asesinados, aunque no sale de una fuente oficial: «Octavillas distribuidas en los buzones del país vascofrancés y firmadas por “Los trabajadores españoles” piden que se guarden cinco minutos de silencio en memoria de tres trabajadores españoles desaparecidos el pasado 24 de marzo, y que según las octavillas fueron asesinados por […] ETA».
El 4 de enero del año siguiente los padres de los tres viajaron a San Sebastián, y en la Casa de Galicia atendieron a la prensa. Pedían que por lo menos les devolvieran los cuerpos de sus hijos. «Nosotros no sabemos nada más que lo que se ha publicado en los periódicos. Tal y como dicen parece que en la fecha citada nuestros tres muchachos pasaron a Francia con el fin de ver una proyección cinematográfica en Biarritz. Después debieron de acudir a un bar-garnì de San Juan de Luz. Allí se debió de organizar una bronca entre ellos y ocho pistoleros a sueldo de la ETA, completamente borrachos, que al darse cuenta de que eran españoles empezaron a insultar a España. Nuestros hijos, como buenos patriotas, la defendieron».
Se daba por muerto desde el primer día a Humberto, mientras que Fernando y Jorge estuvieron secuestrados en una granja de Saint Palais y fueron asesinados de sendos tiros en la nuca. Los detalles que se aportan dejan claro que se trata de más que de meras hipótesis, aunque no se puedan probar: «Un tal Pérez Revilla fue el que tomó la decisión de matarlos él mismo. Sus cuerpos fueron enterrados en los alrededores de San Juan de Luz. El cuerpo del joven Fouz había sido arrojado a la bahía de San Juan de Luz en la madrugada del 25 de marzo […]. Estaba encargado de ella en ese momento, Lucio Ochoantesana, más conocido por Luken». Y el coche se siguió usando, tras cambiarle las matrículas, durante varias semanas.
En el primer aniversario del suceso, el periódico Unidad, de San Sebastián, publicó una esquela que invita a los cuatro funerales que se celebrarían en Rentería, San Sebastián, Irún y Herrera los días siguientes.
Medio siglo después
El crimen sigue sin resolverse medio siglo después, tal y como recordamos el pasado 24 de marzo: «La banda terrorista ETA jamás reconoció el secuestro, tortura y asesinato. Investigaciones posteriores llegaron a la conclusión de que, como publicó La Voz en su día, “los trabajadores coruñeses desaparecieron después de que los confundieran con policías. […] Según Mikel Lejarza, el topo infiltrado en ETA, los sometieron a crueles torturas para que revelaran actividades de la Guardia Civil».
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