- Hugo Fernández
- Marta Pan
- Rebeca Santamariña
El cambio climático se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza para la sociedad actual. Desde el siglo XIX, las actividades humanas han sido el principal motor de la variación a largo plazo de las temperaturas y los patrones climáticos, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas. Esta quema genera emisiones de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano…) que actúan como una manta que envuelve a la Tierra, atrapando el calor del sol y elevando las temperaturas.
Estos gases se producen en actividades tan habituales del día a día de los ciudadanos como el uso de la gasolina para conducir un coche o del carbón para calentar un edificio. Pero no son las únicas actividades que tienen consecuencias para el planeta. El desmonte de tierras y bosques también puede liberar dióxido de carbono y los vertederos de basura son una fuente importante de emisiones de metano. Por tanto, la energía, la industria, el transporte, los edificios, la agricultura y el uso del suelo se encuentran entre los principales emisores. Como resultado de estas emisiones, la temperatura de la Tierra es ahora 1,1 °C más elevada que a finales del siglo XIX. Y los últimos años no han hecho más que empeorar las cosas. La última década, la que va desde el 2011 al 2020, fue la más cálida registrada.
Las consecuencias del cambio climático son, entre otras, sequías intensas, escasez de agua, incendios graves, aumento del nivel del mar, inundaciones, deshielo de los polos, o disminución de la biodiversidad. El cambio climático puede afectar a nuestra salud, a la agricultura, a las viviendas, a la seguridad…
Condiciones como el aumento del nivel del mar y la intrusión de agua salada han avanzado hasta el punto de que comunidades enteras han tenido que reubicarse. Además, las prolongadas sequías crean un riesgo de escasez de alimentos, una circunstancia que ya están empezando a notar los agricultores españoles, que llevan varios meses advirtiendo que el cambio climático está ya provocando grandes pérdidas en sus cosechas.
Todos estos factores también están ocasionando un aumento de lo que se conoce como refugiados climáticos, personas que se ven obligadas a migrar o ser evacuadas de sus países por el calentamiento global.
Ante una situación que muchos ya advierten califican como catastrófica, los expertos urgen a tomar medidas. Y la realidad es que muchas soluciones al cambio climático pueden aportar beneficios económicos a la vez que mejoran nuestras vidas y protegen el medio ambiente. Por ejemplo, el cambio de los sistemas energéticos de los combustibles fósiles a las energías renovables, como la solar o la eólica, reducirá las emisiones y también permitirá a la sociedad avanzar hacia una energía mucho más limpia y segura.
No hay tiempo que perder. Aunque una coalición cada vez más numerosa de países se compromete a alcanzar las emisiones cero para el 2050, alrededor de la mitad de los recortes en estas deben producirse antes del 2030 para mantener el calentamiento por debajo de 1,5 °C. La producción de combustibles fósiles debe disminuir aproximadamente un 6 % anual entre el 2020 y el 2030.
Una de las ciudades más contaminadas
La ciudad de Barcelona es actualmente una de las diez urbes españolas más contaminadas. En la ciudad condal se han superado reiteradamente desde el 2010 los límites anuales de seguridad fijados por la Unión Europea para la exposición de dióxido de nitrógeno, la cual es una substancia nociva parcialmente vinculada a los vehículos de combustión.
La alta contaminación de esta ciudad junto con Madrid, provocó que España fuera condenada el 22 de diciembre del año pasado por el incumplimiento sistemático de la norma comunitaria de calidad del aire. No es una cuestión menor. Porque en las zonas en las que se incumplieron los límites residen alrededor de 7,5 millones de personas, más del 15 % de la población española. Los datos obligan a reflexionar: la estación barcelonesa del Eixample ha sido la única en toda España en alcanzar una concentración de 42 microgramos de dióxido de carbono por metro cúbico frente a los 40 permitidos por Bruselas. Las cifras de contaminación en Barcelona desdibujan el relato de políticas ambiciosas para mejorar la calidad del aire que defiende el consistorio y abonan las tesis ecologistas, que le reprochan al ayuntamiento no haber hecho más.
En cualquier caso, los niveles de dióxido de nitrógeno en ambas ciudades duplican el nuevo valor límite propuesto por la Comisión Europea para el 2023, 20 microgramos por metro cúbico, y cuadriplican la recomendación anual de la OMS, fijada en 10 microgramos por metro cúbico.
Ecologistas en acción ha subrayado que los ayuntamientos de Barcelona y Madrid deberían reducir de manera drástica y urgente el tráfico motorizado que accede y circula diariamente por ambas ciudades para conseguir una mejora significativa de la calidad del aire que respiran sus habitantes. Por otro lado, esta organización ambiental también ha considerado negligente el comportamiento de los principales ayuntamientos españoles, que han decidido incumplir la obligación legal contenida en la ley estatal de Cambio Climático y Transición Energética de establecer ZBE (zonas de bajas emisiones) en sus ciudades antes del 2023.
¿Cuál es la situación de A Coruña?
Desde 1945, año en el que se instala un mareógrafo en el puerto de A Coruña y, por tanto, empieza a haber registros, el mar ha subido unos 18 centímetros. Dicho así puede parecer una magnitud pequeña. Pero los expertos recuerdan que, por cada centímetro que sube el nivel del mar, se puede perder hasta 1 metro de playa.
Un reciente estudio de la organización Climate Central muestra en un mapa interactivo hasta dónde llegará el nivel del mar en el año 2050 de mantenerse dos variables actuales: el ritmo de contaminación de gases de efecto invernadero y el deshielo de los polos. Según este informe, en el caso de A Coruña, el mar anegaría buena parte de la zona portuaria y de las playas urbanas. Y estamos hablando del año 2050, una fecha que no es tan lejana como muchos puedan pensar.
Carlos Pérez: «Comparado con las ciudades europeas, los niveles de contaminación en Galicia son aceptables»
El ingeniero de minas y profesor de la Universidad de Vigo, Carlos Pérez Collazo es doctor en Energías Renovables Marinas. Este gallego referente en la lucha contra el cambio climático forma parte del equipo de embajadores españoles del Pacto Europeo por el Clima, un equipo que periódicamente se reúne con las autoridades de la Comisión Europea para analizar posibles acciones para parar esta lacra.
-¿Qué iniciativas se están tomando para frenar el cambio climático?
-Desde la Comisión Europea se han puesto en marcha varios proyectos en los últimos años a nivel internacional. Además, con motivo de la guerra de Ucrania se han desarrollado iniciativas para reducir el cambio climático. Cada Estado de la Unión Europea está obligado a seguir todas estas propuestas. Actualmente a nivel internacional, europeo y gallego hay varios proyectos que ya se han puesto en marcha contra el cambio climático.
-¿Cómo son los niveles de contaminación en Galicia?
-En general en todas las ciudades gallegas son aceptables, comparado con otras europeas.
-¿El modelo de peatonalización de Pontevedra se podría llevar a cabo en otras ciudades más grandes?
-Sí, tanto en Coruña como en Vigo. En esta última ciudad ya se está siguiendo este ejemplo mediante el uso de escaleras mecánicas o ascensores para promover el desplazamiento a pie. Además, se está apoyando el uso de transportes no contaminantes (coches eléctricos, bicicletas o patinetes eléctricos) para alcanzar un modelo de movilidad urbana más verde.
-¿Qué acciones podemos hacer a nivel individual para mejorar la situación climática?
-Las acciones a nivel individual son muy importantes para controlar el cambio climático. Además, durante la pandemia se demostró que sí es posible cambiar la situación. Los ciudadanos pueden aportar mucho si consiguen mejorar los hábitos de consumo o reducir el consumo de luz. También se puede promover el desplazamiento a pie, utilizar huertas urbanas, priorizar la economía de proximidad, reducir la huella de carbono de los productos, aumentando su periodo de vida o promover la economía circular. Además, es recomendable seguir la regla de las tres R (reducir, reutilizar y reciclar).