MANUEL VARELA

Hace un año que Milagros Trigo (Carral, 1949) se jubiló, pero nunca ha dejado de ser parte del CPI O Cruce. Y posiblemente nunca deje de serlo. Cuando terminó allí su carrera como directora, el curso pasado, el centro estaba colaborando con cinco universidades de distintos países, como Dinamarca o Inglaterra. Cerceda es un municipio rural, de apenas 5.000 habitantes, donde los alumnos que pasan su infancia y adolescencia en O Cruce —como centro público integrado imparte educación infantil, primaria y ESO— descubren desde hace más de veinte años que no importa el lugar en el que se vive para conocer el mundo y ser vanguardia.

—Ahora trabaja con la Universidade de Santiago.

—Llevo colaborando con la USC desde el 2004. Empezamos a colaborar porque teníamos un proyecto que ofrecía cursos a europeos. La colaboración con O Cruce empezó ahí. Todos los años venía mucha gente y tenía gran acogida a nivel europeo. La colaboración pasó luego a proyectos centralizados, coordinados por la USC.

—¿Cuándo empezaron en O Cruce a participar con otros países en programas europeos?

—Nos interesamos en 1996, y al año siguiente ya estábamos participando. O Cruce fue uno de los primeros en empezar con los programas europeos. Siempre traté de promover el cambio desde la educación. Empezamos con un proyecto con centros de Suecia, Milán y Amberes. En todos había ordenadores. Nosotros teníamos en un aula unos pocos que nos había dado Fenosa. El trabajo fue tan importante que la Xunta nos mandó a una conferencia en Barcelona y empezamos a ser invitados por universidades.

—¿Por qué apostaron por estas iniciativas internacionales?

—Porque el resultado se ve en la forma de enseñar. Nos visitaban profesores de Brasil traídos por la USC, también de Gales… Las posibilidades que ofrecen son muchísimas. Los proyectos europeos pueden ayudar a innovar y a mejorar la práctica educativa. Hace unos años teníamos unos robots de la Xunta y una impresora 3D. Los teníamos apilados, sin usar. Pensé en hacer un proyecto europeo para ponerlo en marcha y beneficiar a todo el centro. El proyecto involucró a todos los profesores de infantil y primaria. Colaboramos con el Cesga (Centro de Supercomputación de Galicia) y nos pusimos a trabajar para hacer una carrera de barcos. Los niños aprendieron diseño 3D, diseñaron los barcos con Blender. Hicimos la carrera en Cerceda, luego en Portugal y la última en Venecia, justo una semana antes del covid.

—Y los alumnos tuvieron que explicar cómo lo hicieron.

—Sí, lo de los barcos no solo fue construirlos. En la carrera, el jurado eran militares de la Marina de Ferrol. Llegaron con los uniformes y los chavales tenían que explicar las características del barco, como cuánto habían invertido, los elementos usados o el peso. Cuando fueron a Portugal e Italia lo expusieron todo en inglés. Esto les da la oportunidad de expresarse delante de gente, y además en otro idioma.

—También han colaborado con empresas privadas.

—Como, por ejemplo, la Asociación del Polígono de Sabón, que estuvo tres cursos dando clase 15 días sobre emprendimiento y cómo hacer una empresa. Los alumnos iban al notario con el profesor, que los acompañaba al banco para abrir una cuenta. También decidían la línea del negocio. Hicimos objetos en 3D con diseños que hizo la profesora de plástica, fantásticos, y acabamos el año con los niños ganando 1.225 euros. Donamos una parte a la Cruz Roja.

—¿Todas estas actividades acaban influyendo en el futuro profesional de los estudiantes?

—En Cerceda hay muchos jóvenes que estudian ingenierías y carreras técnicas. En el 2002 empezaron a salir ya los primeros alumnos, y cada vez iban más. Además, el centro empezó a recibir cada vez más dinero, con proyectos que llegan a 33.000 euros. En aquella época solo se podía emplear en viajes de alumnos y tecnología educativa, lo que nos permitió mejorar y contar con socios en todos los países.

—Y todo esto desde Cerceda.

—Todo el mundo está siempre involucradísimo. Es una gozada las presentaciones que han hecho. Siempre aprovechamos todas las oportunidades que había. Aquí empezamos con el plurilingüismo en el 2003, con ayudantes de Inglaterra e Irlanda. Eso hace que muchos profesores hablen inglés, porque están motivados por participar en centros europeos.

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