PALOMA MUÑOZ
Empecemos por reflexionar qué tipo de perfil de alumnos nos encontramos en una clase y con cuál nos sentimos identificados.
Por un lado, hay alumnos que desempeñan un rol activo, no presentan dificultad para exponer su punto de vista y realizan todas las preguntas necesarias para despejar sus dudas. Así, levantan la mano con soltura y no se quieren perder ni un debate o una puesta en común. Sin embargo, la mayoría de las veces el profesor pregunta al terminar una explicación algo así como «¿Se ha entendido?», y nadie dice nada, con lo cual el docente sigue avanzando. A este grupo de estudiantes que optan por no participar los profesores apenas les conocen el tono de voz.
Como podemos suponer está claro que no todos los alumnos entienden lo que se explicó, a pesar de ello no hay ninguno o son muy pocos (y siempre suelen ser los mismos) los que participan en clase.
La participación en clase es un aspecto relevante que favorece el aprendizaje, además de contribuir a un clima agradable y de confianza dentro del aula. Aún así, para muchos niños implica un desafío descomunal y supone enfrentarse a una situación que les resulta molesta.
¿Por qué es muy recomendable preguntar en clase?
- Preguntar precisa por parte del alumno capacidad de diferenciar aquello que cree saber de aquello que cree que no sabe aún o no entiende del todo. Es frecuente encontrar alumnos que a priori no tienen dudas, nunca, y, sin embargo, profundizando en el tema sí que le surgen grandes dudas.
- Preguntar implica del alumno motivación, asertividad y capacidad suficiente para levantar la mano y formular una pregunta.
- Preguntar exige al alumno conocimiento y competencia comunicativa adecuada para crear pensamientos e ideas, poder expresarlas con palabras, conocimiento, en definitiva, para formular una pregunta lo mejor posible, siguiendo unos criterios de claridad, pertinencia, efectividad, etc.
- Preguntar y obtener respuestas para seguir preguntando… es un ejercicio mental muy saludable, sobre todo en lo que se refiere al desarrollo de nuestra capacidad y potencial cerebral.
Señalaremos algunas de las razones que pueden llevarnos a no preguntar:
- Timidez. Hay alumnos a los que les encantaría participar en clase, pero su timidez se lo impide. Esta debilidad es natural sentirla porque cuando realizas una pregunta en el aula, todas las miradas se dirigen hacia tí y pasas a ser el centro de atención, con lo cual no siempre uno se siente cómodo al ser observado.
- Miedo a equivocarse y hacer el ridículo. El temor a equivocarse y cometer un error es tal que prefieren quedarse callados. Perder ese miedo no se enseña en los libros, pero se aprende en la escuela y es importante adquirirlo, de manera gradual y mediante pequeños logros.
- No encontrar el clima adecuado en el aula. La sensación de bienestar, la convivencia armónica y relajada tanto entre iguales como entre alumno y profesor pueden afectar a la disposición del alumno para participar.
- Desinterés. Otro grupo de alumnos no participa en clase porque no están interesados en la materia o directamente en nada académico. En estos casos, los alumnos están aburridos y desenganchados, por lo que asumen un rol inactivo durante las clases.
- No considerar que la participación es de valor. En otras ocasiones, los chicos no se involucran activamente en la clase porque piensan que no es necesario o que hacerlo no les aportará nada valioso. Entonces, prefieren no compartir sus ideas con los demás.
Si te ves reflejado en este tipo de situaciones sería bueno que empezaras por realizar preguntas sencillas, preguntas de respuesta corta, preguntas de confirmación de lo aprendido…, en definitiva lo que se trata es de ganar seguridad en tí mismo y progresivamente generar un entorno de confianza en el que estas intervenciones formen parte del día a día en el aula.
Hablar delante de otras personas es una habilidad presente y relevante en gran parte de las profesiones. La pregunta debe acompañar y, de hecho, acompaña al ser humano durante todo el desarrollo de su vida. Es decir que, en algún momento, tendrás que ser el centro de la escena y qué mejor oportunidad de entrenarte para el futuro que participando en las clases de tu colegio o instituto.
Piensa que es probable que ciertas cuestiones que tú plantees quizás generen también dudas en otro compañero y puedas llegar a establecer un pequeño debate que implique un nivel de conocimiento mayor y un enriquecimiento para todos. Tener dudas implica que has permanecido atento a la explicación y que te interesas por el tema en cuestión, por lo que quedarte con ellas después de clase carece de sentido. Debes aclararlas todas y aprovechar las situaciones en las que el profesor se encuentre disponible y receptivo para responder a tus dudas.
Por otro lado, ten en cuenta que la participación es lo que diferencia una clase de una charla o una conferencia. Los profesores necesitan esa retroalimentación o feedback para saber si están realizando bien su trabajo y además para valorar el nivel de compresión de la materia que esté dando.
Por esto, contribuir al desarrollo de las habilidades de comunicación y fomentar la participación en clase son aspectos que todo docente debería priorizar. Las preguntas de los alumnos no sólo son buenas, sino que son necesarias y demuestran que el aprendizaje está vivo y es dinámico.
Participar y preguntar en clase es tan valioso como el contenido que transmite el docente, ya que aprendemos todos… “alumnado y profesorado”.
Paloma Muñoz es orientadora laboral y psicóloga, colaboradora de catemo.es