INTRODUCCIÓN
¿Hacia dónde va Turquía? Un poco de historia viene bien antes de analizar el momento actual. Remontémonos a aproximadamente el año 1300, cuando se empieza a crear el gran Imperio Otomano (sobre las lejanas ruinas del Imperio Bizantino), un ente supranacional que marcó la historia del sureste de Europa durante más de seis siglos.
En 1908 los Jóvenes Turcos derrocan al sultán y gobernarán el territorio hasta el remate de la Primera Guerra Mundial. Lo harán con mano de hierro, ordenando un gran genocidio del pueblo armenio que costó la vida a entre un millón y medio y dos millones de personas, vilmente asesinadas.
Surge entonces la gran figura de Mustafá Kemal Atatürk, un oficial del Ejército que se convierte en el primer presidente de la república recién constituida. Marcaba el calendario el 29 de octubre de 1923 y comenzaba a nacer la Turquía moderna. Para ello comenzó por abolirse el califato, anacrónico vestigio de la soberanía otomana, y, respetando la religión aplastantemente mayoritaria –la musulmana-, Atatürk levantó de sus cenizas un estado laico vigilado de cerca por un ejército que lo reconocía como único líder, y que prolongó su influencia decenios después de la desaparición del emblemático dirigente. La sombra de Atatürk está presente hoy, con la función controladora del ejército muy recortada pero con la misma consideración a la etnia kurda, a la cual nunca reconoció excepto como “turcos de las montañas”, un mero eufemismo.
Las Fuerzas Armadas intervinieron siempre que consideraron que el legado de Atatürk estaba en peligro, sin privarse de dar golpes de Estado cuando quisieron derrocar al poder civil, estaba limitado en sus funciones y supervisado 24 horas al día por los uniformados. Así, salieron de sus cuarteles siempre con éxito en 1960, en 1971 y en 1980, en esta última ocasión alarmados sobre todo por el incremento del fanatismo religioso, que reprimieron arma en mano. Ese de 1980 significó no sólo la desaparición de las libertades formales sino también 150.000 arrestos y varios cientos de desapariciones y asesinatos, que en general continúan sin aclararse.
La devolución parcial del poder a los civiles tuvo lugar tres años después, previa redacción de una nueva constitución y sin que el jefe de los golpistas abandonase la presidencia de la república hasta 1989. A partir de ahí los militares volvieron a sus bases, pero sin dejar de inmiscuirse de manera más discreta y evitando la deriva del país hacia posiciones más cercanas a los postulados de los fundamentalismos islámicos, ya en auge imparable hasta hoy.
De esa forma llegamos al 2003. En las elecciones legislativas que tuvieron lugar ese año ganó el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco) de Recep Tayip Erdogan, ex alcalde de Estambul, islamista radical no violento antes, y cuando se cerraron las urnas, moderado partidario al mismo tiempo de la integración en la Unión Europea y de imprimir a la sociedad turca un tinte religioso, por supuesto musulmán. En su día estuvo encarcelado por leer en un acto público un poema que decía:
Las mezquitas son nuestros cuarteles,
las cúpulas nuestros cascos,
los minaretes nuestras bayonetas
y los creyentes nuestros soldados.
En agosto del 2014 dejó su cargo de primer ministro tras haber ganado siempre las elecciones, y fue proclamado presidente de la república. A partir de ahí, su sesgo islamista volvió a acentuarse sin ocultar que hizo y hará todo lo posible para llegar a un sistema fuertemente presidencialista donde la oposición sea –ya lo está siendo- testimonial.
Y un último apunte sobre este país que es el que más periodistas tiene procesados de todo el mundo: aquí hoy no se toca el tema de la inmigración y los refugiados, fundamental para Europa y objeto de otro estudio que encontrarás en el listado en que se encuentra este.