S. PÉREZ

En el bolsillo superior de la bata blanca de Gloria Alfonsín no entran más bolígrafos. Tiene 23 años, es muy curiosa y sus ojos desbordan ganas y entusiasmo. Es la pequeña del laboratorio. Aún no se han cumplido ni doce meses desde que comenzó su doctorado, con el que ha despegado su carrera investigadora y a través del que quiere hallar la forma de frenar la metástasis. De primeras no sabía muy bien cómo lo haría, la vía que elegiría y seguiría para conseguirlo, pero siempre tuvo muy claro que quería ayudar. De una forma u otra, y sobre todo a las personas que estaban enfermas. El ejemplo, cuenta, lo tenía en casa: su padre estaba enfermo.

—En bachillerato, ¿qué se te pasaba por la cabeza? ¿Tenías claro lo que querías estudiar?

—No puedo decirte si prefería Medicina o Biología, estaba dudosa. Acabé el instituto, hice selectividad y sabía que no me daba la nota para Medicina. Mi padre me dijo que no pasaba nada, que solo tenía 17 años y que si quería ser médica podía preparar la prueba y volver a presentarme el año siguiente. Pero como a mí siempre me habían gustado las ciencias, empecé Biología. El primer año era tan básico que no podía hacerme una idea de lo que sería la carrera, así que le di el siguiente año de oportunidad, seguí, empecé con la bioquímica y me fascinó. Dije: «Esta es la mía, este es mi camino y sigo por aquí». Terminé, hice el máster de Bioloxía Molecular, Celular e Xenética en A Coruña y ahora, el doctorado.

—O sea, sabías hacia dónde ibas, pero no contabas con que el camino pudiese ser otro.

—No sabía cuál era el camino que podía seguir, solo tenía claro que quería contribuir de alguna manera, ayudar a las personas que estaban enfermas. Me gustaba conocer la base, los porqués de las cosas.

—Terminas la carrera y… ¿Tenías un plan? ¿Cómo seguir?

—No, no tenía ningún plan. Terminé la carrera y no sabía qué máster hacer. Sabía que quería quedarme cerca porque mi padre estaba muy mal, sabía que se iba a morir pronto y yo no quería estar lejos. Encontré a personas que habían hecho todos los másteres relacionados con biología en Galicia, y me fueron contando sus experiencias. Una chica me habló de este, y como a mí lo que me interesaba es la bioquímica, dije: «Esto es lo que me gusta».

—Y el doctorado entra de repente en ese camino.

—Lo hago porque empiezo el máster y al principio te dicen que tienes que escoger a la persona con la que harás las prácticas y el trabajo de fin de máster. Empecé y te dan un listado, hay muchos grupos de investigación, pero yo sabía que la oncología era lo que más me gustaba. Entonces había tres grupos y uno de ellos era el de la doctora Angélica Figueroa, que es con quien hice el trabajo de fin de máster. Su línea de investigación me gustaba, ella trabajaba con cáncer colorrectal y desarrollo de nuevos fármacos. Yo ahí veía una aplicación práctica de toda la básica, veía claramente cuál era el objetivo.

—Era importante para ti ver que lo que hicieses tendría un impacto.

—Sí que me gusta la idea de que la ciencia básica pueda tener un objetivo, y verlo en un futuro. Aunque no sea a corto plazo, saber que lo que estoy haciendo en un momento contribuirá y tendrá aplicación.

—¿Finalizas las prácticas y empiezas con el doctorado?

—Realmente enlacé, nunca dejé. Terminé el trabajo de fin de máster y no estaba cerrado, era una línea que podía continuar. La investigadora principal me ofreció un contrato y me quedé.

—¿En qué consiste tu trabajo?

—Estoy en varias líneas. En una trabajamos en próstata para descubrir nuevos biomarcadores que puedan ser detectados en orina o sangre. Y luego estamos en cáncer de colon. Mi jefa tiene una spin-off para desarrollar un fármaco. Con los quimioterápicos que funcionan, ver si somos capaces de combinarlos con nuevas terapias y prolongar y mejorar la calidad de vida.

—Aterrizando la idea: cómo detectar el cáncer y cómo luego atajarlo en caso de diagnosticarlo.

—Buscamos algo que nos diferencie el tumor de algo que no lo sea, y luego ver qué pasa. Nosotros en un tumor tenemos una proteína que está muy alta, y en una muestra sana no. Entonces queremos saber por qué eso está alto y cómo podemos hacer que vuelva a bajar.

—Y así entras de lleno en el mundo de la investigación, lo que querías.

—Sí, es algo que siempre tuve claro. Ahora que estoy haciendo el doctorado… No me veo en una empresa privada o en una farmacéutica. A mí me gusta la investigación básica. Me gusta trabajar con células, me gusta la ilusión de ver que estoy probando un ensayo, y a ver si sale o no.

—¿Cómo ha sido este año?

—Siempre digo que soy una persona muy optimista. Si el resultado es negativo, me lo tomo como una vía menos que probar. Intento no frustrarme ni tomármelo a mal. Los resultados negativos también cuentan.

—Un día normal en la vida de Gloria Alfonsín.

—De lunes a viernes, así como tengo una rutina para llegar hasta aquí [el laboratorio del Inibic], nunca tengo una rutina para irme. A las siete y media de la mañana salgo de mi casa y vengo caminando. Esa media hora parece que me refresca las ideas. Llego a las ocho, y es ahí cuando organizo mi día y hago lo más pesado. A esa hora no hay nadie. De hecho, yo abro este edificio, el Inibic. Luego, depende de los experimentos que tengas, unos días sales antes, y otros después. También es lo bonito de la ciencia, no es monótona.

—¿Desconectas?

—Sábado y domingo es para desconectar totalmente. No me llevo el trabajo a casa. De lunes a viernes puedo darle vueltas a lo que haré el día siguiente, pero el fin de semana, no. Es que si pasas todo el día pensando en planificar experimentos, no vives. Y creo que tampoco es sano. Tienes que tener tu tiempo para desconectar y estar con tus amigos.

—¿Es como te lo esperabas?

—Sí, siempre tuve claro que sería difícil. Que tienes que esforzarte mucho, y los resultados se ven, pero no a corto plazo. Me habían dicho que el mundo de la investigación era complicado.

—¿Lo mejor de tu trabajo?

—Tengo libertad para decidir cómo quiero proceder, siempre consensuando con mi jefa, claro. Pero nos da esa libertad de pensar y desarrollar nuestras ideas.

—¿El futuro?

—En investigación es muy cortoplacista. Siempre estamos buscando financiación.

—¿Y un consejo?

—Los mejores consejos me los dieron antes de empezar. Me gustó el de que soy demasiado joven, y que si me equivoco, con tal de tener claro lo que quiero en el futuro, que da igual si piso en falso, siempre habrá alguna forma de recuperarse y de seguir.

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