FERNANDO PARIENTE

El Camino de Santiago construyó a lo largo de la Edad Media un vínculo cultural que es uno de los gérmenes de la identidad actual de Europa. La estructura política de la sociedad medieval era feudal. El poder fluía de forma piramidal desde el rey, que lo transmitía a la alta nobleza para que esta, a su vez, lo distribuyera entre los señores locales, la Iglesia y los monasterios. Todo el territorio de lo que hoy llamamos Europa estaba constituido por un puzle de pequeñas unidades que en el fondo tenían la idea de unidad heredada del Imperio romano. De hecho, hubo dos intentos serios de reconstruirlo, primero con Carlomagno y después con el Sacro Imperio Romano Germánico, pero esta unidad no llegaba al pueblo llano, que vivía y moría encerrado en su limitado terruño. Sin embargo, el Camino de Santiago ayudó a mantener durante siglos una confusa idea de pertenencia a una identidad común superior entre las clases menos acomodadas de la sociedad, fue un lazo de relación y convivencia entre la gente sencilla proveniente del mosaico de pequeños feudos del continente europeo.

La argamasa que sirvió para cohesionar a estas gentes tan dispares fue la cultura. La imagen que las peregrinaciones a la tumba de Compostela proyectan sobre el mapa es como un abanico cuyas varillas confluyen en una única después de cruzar los Pirineos, siguiendo la dirección marcada por la Vía Láctea. Ese fue el territorio cultural que se construyó sobre dos elementos básicos: un arte común y una literatura propia.

Románico: un arte propio

El arte común lo constituyó el románico en sus tres vertientes: arquitectónica, escultórica y pictórica. A la vera de toda la red de caminos jacobeos se fueron construyendo catedrales, basílicas y monasterios (o no tan grandes, como iglesias locales y ermitas) con las mismas técnicas constructivas y los mismos criterios estéticos. En ellos se esculpían estatuas y capiteles con los mismos cánones, y en sus bóvedas y altares se pintaban historias religiosas y profanas con idénticas técnicas y estilo.

Una literatura popular

El Camino fue el vivero donde germinó una nueva literatura. Para entender cómo surgió es preciso echar la imaginación a volar, hay que recrear lo que les ocurría a los grupos de peregrinos integrados por personas de procedencias distintas que compartían hospedajes precarios y pasaban las noches calentándose alrededor de una hoguera.

Se cantaban canciones y se contaban historias. Los peregrinos procedían de lugares dispares y remotos, y ansiaban compartir humanidad lejos de su terruño, historias cantadas por sus mayores, una moneda de cambio para comprar compañía. El Camino se convirtió en el crisol donde se fraguó toda una literatura de héroes, leyendas y canciones.

Los peregrinos no solo escuchaban cantares de gesta, romances o coplas de ciego; también cantaban al amor en las distintas lenguas romances y germánicas, pero sobre todo en la lengua común de los clérigos (hombres de letras) de entonces, el latín tardío.

Quizá la más famosa de estas canciones, una especie de himno, fue el Canto de Ultreia. Decía algo así: «Cuando el Padre, Rey del universo, dejó las naciones al cuidado de sus apóstoles, a Santiago le confío las Españas, luz que ilumina al moro. Primero entre los apóstoles, mártir en Jerusalén, el egregio Santiago es santo por el martirio. ¡Señor Santiago! ¡Dios Santiago! ¡Y adelante y arriba, ea! ¡Dios, ayúdanos!».


Fernando Pariente es profesor jubilado y pedagogo.

ACTIVIDAD PARA LA CLASE

Un espacio propio

En esta ocasión el Año Santo compostelano no se terminará el 31 de diciembre. La pandemia del covid-19 ha forzado a que se prolongue a lo largo del próximo año 2022 y se espera que la virulencia de la enfermedad remita y aumenten los peregrinos y las celebraciones y actos.

Por eso una buena idea puede ser reservar una pared de la clase para montar un gran cuadro de seguimiento del año jacobeo, hecho a base de recortes de periódicos y revistas. Hay que ir siguiendo todas las noticias relacionadas con la celebración para ir renovando constantemente el cuadro. También podéis buscar personas que hayan hecho el Camino y hacerles entrevistas para compartir sus experiencias. Investigar si hay algún profesor que lo haya hecho o lo vaya a hacer …

De «Roldán» al «Mio Cid», el cantar de gesta es jacobeo

Los investigadores atribuyen el nacimiento de la épica medieval a distintos orígenes. Uno de ellos, el francés Bediér, lo sitúa en los monasterios del Camino. Los peregrinos eran clientela ávida de escuchar las aventuras heroicas, y los juglares fueron creando corpus narrativos en los cuales los monasterios y su entorno jugaban un papel destacado. Así surgieron distintos poemas, muchos perdidos, y el más destacado fue El cantar de Roldán (La chanson de Roland), que contaba la derrota de la retaguardia del ejército de Carlomagno en los desfiladeros de Roncesvalles a manos de los vascos y navarros. El momento culminante del poema es la muerte de Roldan, junto a los doce pares de Francia.

Sobre este modelo, los juglares de la época crearon otros cantares de gesta y de ellos se fueron derivando numerosos romances. En España el principal de ellos fue el Cantar de Mío Cid, cuyo itinerario hacia el destierro solo se cruza con la ruta jacobea en tierras de Burgos. Pero los juglares del Camino también crearon sus propios cantares, que se fraccionaban en romances más fáciles de compartir en las cortas convivencias que deparaban las noches. Algunos de los cuales se hicieron famosos, como el de don Gaiferos.

El romance de Don Gaiferos

Don Gaiferos, en la historia, fue el duque de Aquitania Guillermo X. Este personaje mantuvo relaciones con el obispo de Compostela Diego Gelmírez y peregrinó varias veces a Santiago.

En 1137 decidió renunciar a sus responsabilidades políticas y dejó sus estados a su hija Leonor, que por entonces era reina de Francia, pero que más tarde se casaría con Enrique II Plantagenet y se convertiría en reina de Inglaterra. A continuación reemprendió el camino de Compostela en la que sería su última peregrinación. Según los historiadores cayó enfermo en el camino y murió bastante antes de llegar a la ciudad del apóstol. El romance poetiza la historia y le permite llegar a la ciudad, quizá porque fuera cierto que su cuerpo fue traído a la catedral y enterrado en ella.

¿Onde vai aquil romeiro,
meu romeiro ónde irá?
¡Camiño de Compostela,
non sei se alí chegará!
Os pés leva cheos de sangue,
xa non pode máis andar.
¡Malpocado! ¡Probe vello!
Non sei se alí chegará.
Ten longas e brancas barbas,
ollos de doce mirar,
ollos gazos, leonados,
verdes coma auga do mar.
—¿Onde ides, meu romeiro?
¿Onde queredes chegar?
—Camiño de Compostela,
onde teño o meu fogar.
Compostela é miña terra,
deixéina sete anos hai,
relucinte en sete soles,
brillante como un altar.
—Cóllase a min, meu velliño,
imos xuntos camiñar.
Eu son trobeiro das trobas
da Virxe de Bonaval.
—Eu chámome don Gaiferos,
Gaiferos de Mormaltán;
se agora non teño forzas,
meu Santiago mas dará.
Chegaron a Compostela
e foron á catedral.
Aí desta maneira falóu
Gaiferos de Mormaltán:
—Gracias, meu señor Santiago,
aos vosos pés me tes xa;
se queres tirarme a vida,
pódesma, señor, tirar,
porque morreréi contento
nesta santa catedral.
E o vello das brancas barbas
caíu tendido no chan,
pechou os seus ollos verdes,
verdes coma auga do mar.
O obispo que esto viu,
alí o mandóu enterrar.
E así morréu, meus señores,
Gaiferos de Mormaltán.
¡Este é un dos moitos miragres
que Santiago Apóstol fai!

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