CARLOS OCAMPO
«Los atracadores del almacén de O Ceao se llevaron cinco millones». Era el titular de la noticia del 2 de mayo de 1994. «La policía trabaja intensamente en la búsqueda de pistas que conduzcan a la localización de los autores de la muerte a tiros en la tarde del sábado de dos empleados de un almacén de productos de alimentación en el polígono industrial de O Ceao, de Lugo», continuaba en el subtítulo. «Las víctimas son la cajera del almacén Cash Record María Elena López, de 32 años, y el reponedor del mismo establecimiento Esteban Carballido Teijeiro, de 25».
La noticia añadía otros detalles, como que el crimen se cometió entre las siete y media y las ocho y media de la tarde, cuando el establecimiento ya estaba cerrado, salvo una puerta trasera, y ya no quedaban en él más que las dos víctimas, y que los cadáveres no fueron descubiertos hasta las once de la noche por los familiares de la cajera. Los asesinos (en plural, aunque se sabía muy poco aún) les dispararon en la cara «con un arma corta» (una pistola) y se llevaron el dinero de la caja fuerte. También precisaba el relato que al reponedor le dispararon «mientras llevaba en la mano varios paquetes, que quedaron esparcidos junto a su cadáver» y que tenía un balazo en la nuca.
La noticia fue de primera página, donde se publicó un gráfico de la ubicación del establecimiento. La información se fue completando muy poco a poco en días siguientes, al ritmo de los lentos avances de la investigación. Que no hubiera testigos la dificultaba, pero se llegó a la conclusión de que «los autores del asalto debían de ser personas conocidas por las víctimas o delincuentes con antecedentes judiciales, pues sólo así se justificaría que mataran a los dos trabajadores a fin de no dejar testigos»; y también a la de que eran delincuentes habituales, porque utilizaron una pistola de 9 milímetros, y probablemente dos que llegaron ya con la intención de matar. El responsable del almacén creía que eran clientes o que conocían el local, y que se quedaron escondidos cuando cerró (La Voz, 3/5/94).
Sin avances
Cinco años después (30/4/99) La Voz recordaba que el crimen seguía sin resolverse. Añadía que los investigadores llegaron a pensar que habían dado con el arma del crimen en un bar de la Rúanova (sic) y que el caso seguía abierto.
Volvió a la actualidad diez años después (9/5/2004): las familias de las víctimas ofrecían una recompensa a quien diera alguna pista, porque no sabían en qué punto estaban las investigaciones. La Voz ese día explicaba que el «clamoroso fracaso policial» llevó a los familiares a pensar mal: «Eu penso que hai algo raro. Alguén que tapa, que encobre sexa por poder político ou económico ou polas dúas cousas», eran declaraciones del hermano de Carballido. Que empezara la investigación la Policía Local y después se la pasara a la Nacional pudo causar que se perdieran pruebas, y se mencionan por primera vez los testimonios sobre un coche familiar blanco en el que circulaban dos personas, pero que no condujeron a nada en la investigación.
El juicio
Recordamos este crimen sin resolver de hace casi 30 años porque a principios de marzo concluyó el juicio del único sospechoso, Manuel Juan Vilariño Casanova. Según cuenta La Voz el 4 de marzo, resultó absuelto por falta de pruebas. La sentencia es clara al criticar que la investigación, que es responsabilidad de un juez instructor, fue «claramente deficiente», y reconoce que «la acusación particular, con un encomiable esfuerzo, ha intentado completar la instrucción», pero llega a la conclusión de que las acusaciones no llegaban ni siquiera «a la condición de indicios». De hecho, el fiscal ni siquiera formuló acusación ni petición de pena.
Este juicio fue único, porque nunca se había juzgado a nadie tanto tiempo después del crimen. Y eso sienta un precedente que da esperanza a las familias de víctimas de otros crímenes sin resolver. Algunos de los más sonados, los de Déborah Fernández, Socorro Pérez o Elisa Abruñedo, entre otros, los recordaba La Voz el 12 de febrero, unos días después de que empezara el juicio.
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