MARTA VALES-VILLAMARÍN
Hoy vivimos en un mundo acelerado, precipitado, donde el día a día está lleno de estímulos externos e internos que, a cualquier edad, nos impiden mantener la atención más allá de unos minutos en la misma tarea. Vivimos asaltados por la novedad constante y la necesidad de ser conocedores inmediatos de la misma.
Estudios científicos revelan que la sociedad de estos momentos es la que menos capacidad de atención ha desarrollado a lo largo de la historia. Las causas de esta realidad son diversas pudiendo destacar dos: Una externa, la interacción constante con las nuevas tecnologías, en especial el teléfono móvil, que roba de manera descarada nuestra atención momento a momento, impidiéndonos estar más presentes en la tarea que toca realizar en ese instante; y otra interna, nuestros propios pensamientos, que alimentamos hasta entrar en bucle llevándonos a la incómoda e infértil deambulación mental.
Existe una preocupación generalizada entre los educadores de la falta de atención de niños y adolescentes. Pero, cuidado, que nosotros, adultos, tenemos las mismas dificultades con la atención que ellos, y funcionamos como un espejo, somos su ejemplo. Si en los adultos estas dificultades atencionales nos producen: falta de concentración, errores y despistes constantes en las actividades diarias, y desconexión con nosotros mismos y con los demás; en los menores, que sus estructuras cerebrales no están del todo desarrolladas, la dificultad para mantener la atención es mucho mayor y sus consecuencias más preocupantes.
Están empezando a generar hábitos vitales que se pueden acabar instaurando.
¿Qué es la atención?
William James (filósofo y psicólogo estadounidense con una larga y brillante carrera en la Universidad de Harvard) en 1890 definió la atención como: «El proceso por el que la mente toma posesión, de forma vívida y clara, de uno de los diversos objetos o trenes de pensamiento que aparecen simultáneamente. Focalización y concentración de la conciencia son su esencia. Implica la retirada del pensamiento de varias cosas para tratar efectivamente otras».
Una atención dispersa, lo más habitual hoy en día, nos lleva a situaciones donde la mente no para, deambula de aquí para allá sin control, pendiente de multitud e incesantes estímulos externos que a su vez generan estímulos internos como los pensamientos, que crean un ruido mental agotador que nos lleva del pasado al futuro sin tregua, rodeados de pre-ocupaciones y sufrimiento innecesario. Este proceso mantiene a nuestro sistema nervioso en estado de alerta, estrés y desgaste, haciendo que nos perdamos lo que está pasando aquí y ahora, donde sucede la vida, la única que tenemos.
Expuesto lo anterior y entendiendo la naturaleza compleja de la mente, es normal que esta no esté acostumbrada a estar atenta en una sola cosa, en especial, en esta era de la multitarea. La buena noticia es que la atención, como el resto de los procesos psicológicos básicos, es como «un músculo» y por tanto se puede y se debe entrenar, para obtener su mejor rendimiento académico, pero lo que es más importante, para sentir mayor felicidad en la vida.
¿QUÉ SUPONE?
El desarrollo de la atención, como función cognitiva, a través del mindfulness es uno de los mayores beneficios que reporta la práctica, lo que hace que más de un millar de centros educativos del país ya tengan instaurados programas donde se facilita esta herramienta a nivel interno o como actividad extraescolar. Los estudios científicos avalan que aumenta los niveles de atención y la capacidad de llevar la atención adonde uno mismo decide que esté (autorregulación de la atención), es decir, favorece:
- La toma de conciencia, darnos cuenta, de donde tengo puesta la atención en este momento, por ejemplo: en lo que dicen los apuntes o el profesor, o en Instagram, o en mis pensamientos.
- Por otro lado, la posibilidad de desarrollar la capacidad de redirigir o redireccionar mi atención cuando esta se va, a la actividad que decidimos desempeñar en ese momento.
Es decir, darnos cuenta de donde estamos para volver adonde queremos estar o adonde es más beneficioso que estemos.
¿Cómo podemos entrenar la atención?
Una de las formas, científicamente probada, para entrenar la mente para estar atenta, es el mindfulness o atención plena. Esta herramienta permite desarrollar una de las libertades individuales fundamentales del ser humano, la de decidir dónde ponemos nuestra atención, nuestra energía, nuestra mirada, nuestra intención, sabiendo que desde allí, desde ese lugar, es desde donde creamos nuestra realidad, nuestra experiencia y sabiendo también que eligiendo mantener la atención en la actividad seleccionada cualquiera que sea, nos permitirá ser más eficientes, efectivos y productivos, sin olvidar que una mejor atención activa la conexión con uno mismo y con los demás, el agradecimiento y el bienestar general.
«La facultad de traer de vuelta voluntariamente la atención dispersa es la propia raíz del buen juicio, el carácter y la voluntad. Nadie es dueño de sí mismo si no la posee»
Mindfulness o Atención plena es la capacidad de estar presentes. La observamos cuando vemos una película o leemos un libro que nos atrapa, cuando mantenemos una conversación donde estamos tan presentes que casi podríamos repetir cada una de las frases que allí se dijeron o cuando observamos un paisaje con tal dedicación que queda guardado en nuestra memoria para siempre. El mindfulness fue definido por Jon Kabat-Zinn (doctor en Biología Molecular de la Universidad de Massachusetts) del siguiente modo: «Es el estado particular de conciencia que surge al poner la atención de forma intencional y sin juzgar en el momento presente, viviendo la experiencia momento a momento»; pero además la atención plena también es la herramienta que nos permite desarrollar esa potencial capacidad para llegar a estar en el mundo, en el día a día, de forma tan presente (regalo) que se convierta en nuestra manera de ser y estar.
Existen diferentes programas de mindfulness desde los cuales se desarrolla la capacidad de atención, a través de prácticas formales, con meditaciones atencionales (poniendo la atención en la respiración o el cuerpo), que aunque con origen en ciencias contemplativas, hoy están vacías de cualquier reminiscencia religiosa o cultural, y que, a su vez, nos ayudan a alcanzar y desarrollar las prácticas informales, las que verdaderamente cambian al ser humano, consistentes en poner la atención de manera intencional en las actividades cotidianas que hacemos en el día a día, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos.
El mindfulness es una herramienta práctica y sencilla, pero no fácil, pues necesita entrenamiento. Al principio es conveniente realizarlo con un instructor cualificado, para después integrarlo en la actividad diaria.
Marta Vales-Villamarín Merino es experta en «mindfulness» y colaboradora de catemo.es
Los beneficios del «mindfulness»
La atención plena mejora variables tan importantes como: la velocidad del procesamiento de la información, la inteligencia práctica, la toma de decisiones y la creatividad.
Pero es mucho más que lo anterior, produce otros beneficios, científicamente demostrados, en otras áreas igual de importantes para el desarrollo integral de las personas que lo practican:
■ En el bienestar psicológico. La reducción de los niveles de estrés, ansiedad, depresión, cansancio, dolor y quejas. Y aumenta las sensaciones de calma, relajación, mejora del sueño, optimismo, autoconcepto, autocuidado, autoconciencia e interconexión con las demás personas.
■ En la regulación emocional. Supone una mayor conciencia y claridad de las emociones y una mayor autogestión de las emociones negativas o desfavorables.
■ En el ámbito social y escolar. Incrementa las habilidades y conductas socialmente competentes, mejorando el comportamiento, el autoconcepto y el rendimiento académico.
Para acabar, recordar estas palabras de William James que dijo: «La facultad de traer de vuelta voluntariamente la atención dispersa, una y otra vez, es la propia raíz del buen juicio, el carácter y la voluntad. Nadie es dueño de sí mismo si no la posee. La educación que mejorará esta facultad sería la educación por excelencia».