NATALIA CALVO
Los rumores, por definición, contienen información ambigua. Para darle mayor coherencia, utilizamos nuestra imaginación para completar la historia con detalles que nos inventamos e, incluso, que exageramos. Lo que ocurre, así, es que el rumor se aleja cada vez más de la realidad.
¿Te has preguntado alguna vez a qué velocidad se propagan los rumores? Son las nueve de la mañana, te encuentras con tus tres mejores amigos y les cuentas la última. Antes del recreo, cada uno de tus mejores amigos se la ha contado a otras tres personas, que se la cuentan a otras tres personas cada una, y estas tres personas a otras tres personas… Es la una y media y hay 112 personas hablando de la última. ¡Ciento doce personas y no ha terminado el día! Si te llega el rumor, no lo propagues, ¡corta la cadena!
Tres filtros
¿Conoces los tres filtros de Sócrates? Verdad, bondad y utilidad.
■ Si lo que me vas a contar no sabes si es del todo verdad,
■ si lo que me vas a contar no dice algo bueno,
■ y si lo que me vas a contar no me va a servir para nada,
¡no me lo cuentes!
A veces, participamos en la propagación de un rumor para adquirir popularidad, para llamar la atención o para sentirnos parte del grupo de los elegidos que saben el secreto. Pero los rumores, los chismes, las habladurías generan preocupación, inseguridad, ansiedad y reducen la autoestima de las personas que los sufren. Se sienten traicionadas, cuestionadas y con falta de confianza. ¡No seas cómplice! ¡Los dimes y diretes enredan!