CARLOS OCAMPO
Está siendo este marzo un mes diferente de lo habitual en lo que a la temperie se refiere. Nos lo recordaba La Voz el pasado miércoles al observar que este año marzo mayea, echando mano de un refrán bien conocido. El problema que, según el aforismo, acarrea que este marzo fuera tan inusualmente caluroso al principio es que deberíamos esperar que mayo marcee. Y en el mes de las Letras Galegas y de las mangas cortas nos veremos lamentando que no se cumpla el proverbio de que marzo ventoso y abril lluvioso hacen a mayo florido y hermoso.
O no, porque con esto del cambio climático —que, por cierto, se menciona por primera vez en La Voz del 25 de octubre de 1974, aunque aún solo de pasada— a lo mejor tenemos un mayo que mayea también. Lo que quizá aumente nuestra preocupación por este fenómeno y haga que nos preguntemos: ¿si el hombre es el responsable de que cambie el clima, tendrá en su mano también revertir este cambio? A muchos les gustaría poder hacerlo y, conscientes de que es una labor de toda la humanidad, se han propuesto detenerlo con las cumbres del clima —la última se celebró en noviembre del año pasado en Egipto, con un acuerdo de mínimos—, que otros ignoran olímpicamente. Sin embargo, el cambio climático parece que más bien se está acelerando. Al menos es lo que parece deducirse de las explicaciones de los expertos, que achacan las sequías como la que hemos sufrido el pasado verano, las inundaciones y la violencia inusitada de huracanes y otros fenómenos devastadores a este cambio, que atribuyen a la acción del hombre.
Una vieja aspiración
Pero lo de querer manejar el tiempo a voluntad es algo que viene de lejos, y no nos referimos ahora a las invocaciones tribales de brujos y chamanes, sino a un artículo publicado el 5 de agosto de 1956 en La Voz titulado «¿Qué clima desea usted?». «Dentro de algunos años el sol y la lluvia podrán ser controlados por el hombre», aclaraba el subtítulo del texto firmado en Londres. La promesa tenía fecha: el año 2000. No sé qué les parecerá a mis lectores, pero yo estoy más por pensar que no solo no se cumplió, sino que a estas alturas parece cada vez más inasequible.
El texto pintaba un mundo maravilloso para cuando se lograra hacer realidad: «“Dentro de algunos años, los veraneantes no tendrán que recorrer millares de kilómetros para encontrar el sol. Estarán seguros de encontrar un cielo radiante en cualquier parte”, declaran los investigadores ingleses y americanos especializados en la planificación meteorológica integral. Estos especialistas aseguran que lo más tarde el año 2000, los chaparrones serán nocturnos y por encargo. Fertilizarán entonces los campos y jardines. Las lluvias no perjudicarán las cosechas maduras, ya que en unos segundos se la podrá desviar hacia los cultivos de zanahorias o repollos, que saldrán más beneficiados. Los huracanes, las inundaciones y la niebla solo tendrán un interés histórico. La era del impermeable habrá terminado, y los boletines meteorológicos serán tan precisos como los programas de televisión».
Y algo que podemos comprobar hoy mismo: «Los investigadores [meteorólogos] poseen ya los instrumentos que les permiten medir los diversos factores que influyen sobre el tiempo […]. Los satélites artificiales de la Tierra permitirán perfeccionar las previsiones meteorológicas hasta tal punto que en diez años no será posible ningún error de predicción». Incluso explicaba cómo: «Los expertos se dedicarán entonces a dirigir las corrientes cálidas de manera que templen la temperatura de las costas nórdicas. Podrán hacer crecer algas sobre los bancos de hielo, y estas algas absorberán la luz del sol y fundirán el hielo […]. Paradójicamente, para alcanzar este resultado ha sido preciso comenzar por hacer llover. Hace nueve años que se provocó la primera lluvia artificial mediante una siembra de las nubes. Hoy, más de cien empresas americanas se consagran exclusivamente a la producción de lluvia […]. En los Estados Unidos la eficacia de este procedimiento supera con mucho al de la irrigación […]. Del 6,5 al 15 por ciento de las nubes que pasan sobre el territorio americano son sembradas cada año».
La realidad es que 67 años después estamos aún muy lejos de controlar el clima y, de hecho, este mismo lunes aún nos advertían: «La ONU asegura que “una bomba de relojería climática está en marcha”».
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