ANA ABELENDA

Siempre me molestó la filosofía. Es como esa amiga estupenda que no te dice lo que quieres oír, algo impertinente, que te anima a dudar, que se mide contigo, que te falla alguna vez pero que también te salva, estando ahí a las duras, no para resolver, sino para acompañar desde la verdad. Por eso, no acabo de entender la ESO que se avecina, de qué manera pasar de esa amiga estupenda (estupenda a lo Elena Ferrante) que es la Filosofía hasta bachillerato (¡a buenas horas!), no respetar la cronología de la historia o no precisar si el alumno saca un 9 o un 10 puede favorecer el aprendizaje y reducir los datos, siempre numéricos, de abandono escolar. Se habla de fomentar el espíritu crítico y el civismo… ¿De qué manera lo haremos sin la filosofía? Es como querer aprender sin pararse a saber, sin pensar, preguntar, preguntarse, desesperarse, desdecirse, dudar, sin ser capaz de llevarse la contraria o de distinguir bien y resistir la presión social.

El niño filósofo y la ética, de Jordi Nomen; Filosofía ante el desánimo, de José Carlos Ruiz, o Las virtudes públicas de Victoria Camps me convencen aún más de que la filosofía es una materia esencial, transversal. Desde este punto de vista, esta nueva ley educativa parece encaminada a dejar para el final lo importante, eso y la decisión de abandonar. Y también, a hacer crecer la burbuja de titulados universitarios que se rompe luego en el muro de la precariedad laboral. Pero siempre nos quedará la gran fuga de cerebros, que conviene encajar con estoicismo. Ves, la filosofía otra vez ahí. Pero el problema de la educación en España no es nuevo. Hace años que necesita mejorar. De momento no han ayudado las leyes, ni la fiesta digital, ni los complejos de un pasado no cerrado, ni los hiperpadres dispuestos a lo que sea por que sus hijos no les recuerden su propia intolerancia a la frustración. Ahora que lo pienso, la generación blandita no es la de nuestros hijos, es la nuestra, la de sus padres, egeberos con el horizonte despejado que estudiamos a Platón y no hemos salido de la caverna de nuestro modelo educativo. Visto así, necesitamos un cambio, ¡pero que el metaverso nos pille armados de filosofía, por Dios!

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