OLGA SUÁREZ
Un libro llamado Praga mágica sobre el papel de esta ciudad en la historia literaria de la República Checa fue el germen de la pasión del filólogo coruñés Francisco Temprano Ríos por el país en el que vive desde hace más de 20 años. El ejemplar se lo regaló un amigo en un momento en el que no sabía si empezar a opositar para ser profesor de secundaria o seguir formándose. Se decantó por la segunda opción y descubrió que en Santiago se impartía uno de los pocos cursos de checo para extranjeros que había en España. Se apuntó y, tras finalizar, optó a una beca que fue su puerta de entrada al país en el año 2005. Desde el 2011 es profesor de español en un colegio de Kutná Hora, ciudad patrimonio de la humanidad que se encuentra a 70 kilómetros de Praga.
Antes de llegar allí trabajó dando clase en diferentes centros educativos de Praga, en escuelas de idiomas, en el Instituto Cervantes como profesor colaborador y en institutos de secundaria. Explica que allí no hay un sistema de oposiciones como en España, así que para poder trabajar en centros tanto públicos como privados hay que enviar currículos y hacer entrevistas con los directores. En esa ciudad conoció a la que sería su mujer y, después de unos años viviendo allí, decidieron trasladarse a la ciudad histórica en la que viven, más tranquila que la capital. Desde hace 18 años es el profesor de español del Církevní Gymnázium, una escuela católica de secundaria de ocho años, porque el sistema educativo checo tras la enseñanza obligatoria es algo complejo: «Al igual que en España, la educación es obligatoria hasta los 15 años, pero hay diferentes niveles de secundaria y son las familias las que eligen qué tipo de programa sigue cada alumno: de cuatro, de seis o de ocho años», explica. Sus alumnos empiezan entre los 11 y los 12 años y terminan a los 19. También el acceso a la universidad difiere del español que, para Temprano, es mucho más objetivo que el checo: «Aquí los alumnos tienen que hacer un examen de bachillerato, pero en cada universidad hacen una prueba de acceso concreta».
El hecho de ser el único profesor de español de su centro le permite seguir la evolución de sus alumnos desde que empiezan hasta que dejan el colegio. El inglés es el primer idioma que estudian todos los estudiantes de secundaria, pero el sistema tiene una segunda lengua extranjera obligatoria, tanto en secundaria como en el último curso de primaria. En su escuela se ofrece alemán, francés y español, y el docente gallego cuenta que «está creciendo mucho el interés por el español, en detrimento del francés», pues el alemán sigue manteniéndose por la cercanía de ambos países. De hecho, este segundo idioma está integrado en el sistema educativo hasta el punto de que es uno de los exámenes optativos que los estudiantes pueden hacer en la prueba final de bachillerato.
Francisco Temprano utiliza en sus clases una metodología para el aprendizaje de idiomas llamada TPRS, que inventó un profesor de español en Estados Unidos, Blaine Ray, en los años noventa. Este método se basa en adquirir el aprendizaje de una lengua de forma natural a través de historias interactivas creadas junto con los alumnos y de la lectura de cuentos que incluyen palabras frecuentes con las que ir aprendiendo de menos a más. «Uno de los motivos por los que esta metodología funciona es porque limita el vocabulario, lo que da fluidez al alumno», explica el docente coruñés, que en la actualidad colabora con profesores en Estados Unidos para incorporar esta metodología en el continente europeo.
Además del idioma, y pese a la distancia, Francisco Temprano mantiene una conexión directa con su país de nacimiento. De hecho, entre el 2019 y el 2020 coordinó un proyecto Erasmus+ dedicado al turismo, junto con el IES Andreu Sempre, de Alcoy, que resultó ganador de un premio de la Comisión Europa este año. Ambos centros forman parte de una red asociada de la Unesco que promueve los ideales de este organismo de la ONU en centros educativos de todo el mundo.