Hasta que John Kay inventó la lanzadera volante, un artefacto que servía para multiplicar la velocidad a la que se confeccionaba un tejido, la industria textil se fundamentaba en el trabajo artesanal de dos tipos de trabajadores, los hiladores y los tejedores. Los primeros convertían en hilo el algodón, los segundos confeccionaban el tejido a partir de los hilos. Siempre había muchos más hiladores que tejedores, por la razón obvia de que una pieza de tejido necesita muchos hilos. El invento de John Kay creó un escenario nuevo en las industrias inglesas porque disminuyó enormemente el tiempo que empleaba un tejedor en confeccionar una pieza. Esto fue un problema para el inventor y contra él se amotinaron sus trabajadores. Kay se vio obligado a emigrar a Francia. La lanzadera volante fue un avance importante para renovar los procedimientos de producción porque hizo evidente que las máquinas trabajan más deprisa que las manos: fue el comienzo de la Revolución Industrial

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