M. VARELA
Afirma Eladio Otero que con la jubilación está «fantásticamente bien», pero un año después de empezar a disfrutar de ella sigue hablando como profesor y miembro del IES Sánchez Cantón, de Pontevedra, del que había sido director desde el 2011 y en el que impartió clases como profesor de Educación Física durante los últimos veinte años. El deporte sigue siendo un pilar en su vida: camina varios kilómetros al día, sale en bicicleta y juega al tenis por las tardes.
—Le encanta el deporte.
—Es lo que siempre quise transmitir a los alumnos. La actividad física es fundamental. Siempre hay que estudiar, pero hay que dedicar una hora de ejercicio al día como mínimo, tanto para el equilibro psicológico como para mantenerse bien. Además, se evitan muchos problemas de salud, como los derivados de la obesidad. El otro día, por ejemplo, venía de Combarro en bicicleta y me crucé con varios jóvenes con obesidad mórbida. Estoy seguro de que no son felices. El ejercicio ayuda a tener mejor la mente. Estamos viviendo una pandemia en ese sentido. La actividad física al aire libre recompone las ideas totalmente, hasta piensas mejor las cosas.
—¿Cómo les transmitió esto a sus alumnos?
—La Educación Física tiene unos contenidos y una programación, pero el bloque de condición física se puede trabajar de muchas maneras. Tiene que haber actividad física pura y dura, sin matarse, pero que haya carreras, saltos, lanzamientos y juegos predeportivos. Estos son fundamentales, a nivel social integran muchísimo. Esta es la mejor asignatura del currículo, da una sensación completísima al terminar. Y en estos juegos aprovechas para mandar consejos: que aprovechen el día para hacer más actividad. Para tonificarte no necesitas un gimnasio, el cuerpo se basta con unas repeticiones al día para adquirir tono.
—¿Y qué hacer con los estudiantes que no quieren hacer deporte?
—No les queda más remedio que entrar por el aro. Si no pueden, que bajen el ritmo, pero que participen. Cuando se intentaban escaquear, con problemas físicos o lo que sea, los tenía en la grada y les pedía que ayudasen de alguna manera. Por ejemplo, apuntando la clase con papel y boli para que practiquen los ejercicios.
—¿Con qué se queda de su etapa como profesor de Educación Física?
—Con la actitud de la mayoría. Y es importante aprovechar los espacios externos al instituto. Nosotros usábamos eso: salir fuera. Estoy orgulloso de tenerlos esperando en clase, me metían prisa porque ya estaban cambiados. Querían actividad.
—Pero tenía poco tiempo para ello.
—Sí, 50 minutos es muy poco. A veces llegan tarde y en otras ocasiones usan 10 minutos para cambiarse. No da tiempo. Me daba pena porque, cuando estaban a tope, terminaba la clase. Había otras veces que teníamos problemas con el espacio si llovía. Hacíamos la clase en el aula, con más de 30 alumnos, y yo intentaba repartir grupos y los ponía a hacer juegos, siempre moviéndose. ¡Y vaya si sudan [ríe]! Lo que funciona es eso, jalearlos y animarlos a hacer deporte.
—¿Es lo que más le enorgullece?
—Hay que transmitir eso, si no lo vives y eres profesor de Educación Física, puedes cubrir el expediente, pero no es lo mismo. Me produce orgullo encontrarme por la calle con chavales de 30 o 40 años que me paran y me dicen: «Qué maravilla, gracias a aquellas clases hago deporte». Es el refuerzo positivo que tengo.
—¿Qué consejos daría a un profesor que esté empezando?
—Que viva la asignatura. Hay profesores jóvenes buenísimos, cada vez con mejor formación. Les diría que intenten transmitir lo que sienten. Es la única asignatura con recursos más que suficientes para hacer actividad física, seguir la programación y divertirse. Y les diría que recuerden a los estudiantes que la preparación física esté siempre presente en sus vidas, que los chavales puedan amar la actividad física de forma natural y crearles el hábito de hacer deporte.
—Fue director desde el 2011 en el instituto, que cuenta con más de mil alumnos. ¿Cómo vivió esa etapa?
—Yo siempre había querido ser profesor de Educación Física, pero el director anterior me había convencido para ser vicedirector. Ahí organicé viajes a la nieve e íbamos todos los años. Luego tuve que asumir la dirección. Tuve un equipo muy bueno, con buenos trabajadores que me ayudaron. Eso es una maravilla. Pero sufrí mucho porque es un centro muy grande, con muchísimos alumnos, y estás muy expuesto. Siempre dije que los alumnos son lo mejor que tiene nuestro instituto. Tienen resultados fantástico en selectividad todos los años, con premios extraordinarios de bachillerato. Ahora estoy recuperando todo lo que no podía hacer. Llegaba tan cansado de cabeza y con dolor en los maxilares de apretar los dientes… El director se come todos los problemas.
—¿Por eso se jubiló?
—Hace tres años ni se me pasaba por la cabeza dejarlo porque disfrutaba mucho. Pero vino el covid, que lo complicó todo, y decidí jubilarme a los 60.