Cuando la naturaleza desata su furia, las consecuencias pueden ser catastróficas. A veces, el hombre puede anticiparse y evitar lo peor, como en la reciente erupción del volcán de Cumbre Vieja (isla de La Palma, Canarias). Aunque fue imposible contener su energía destructiva, sí pudo evitarse la muerte de los moradores de la zona, gracias a las previsiones científicas.
Otras veces, sin embargo, su potencia se libera de forma impredecible y repentina, y puede quedar en un pequeño susto o acabar en gravísima catástrofe humana. Por ejemplo, en zonas de mucha actividad sísmica, los habitantes están habituados a notar pequeños movimientos capaces de quitarles el sueño, literalmente, pero por unos minutos y poco más. En cambio, alguna vez la magnitud del seísmo es devastadora, y no avisa. Es lo que pasó en Lorca (Murcia) en el 2011, el 11 de mayo. «Dos terremotos causan ocho muertos en Lorca», titulaba La Voz en primera al día siguiente.
Esa primera página recogía las principales claves de la noticia, que se desarrollaba en tres páginas interiores. El titular principal decía: «Dos terremotos causan ocho muertos en Lorca». Finalmente, fueron nueve. El subtítulo señalaba que hubo dos sacudidas fuertes: «de magnitud 4,4 y 5,2» con muy poco tiempo entre ambos, «entre las cinco y las siete de la tarde», y un pequeño mapa situaba al lado la localidad y la región.
No le dieron importancia
La primera de las páginas interiores titulaba con el temor de que bajo los escombros de los edificios que se habían derrumbado hubiera más muertos. La crónica contaba que algunos habitantes de Lorca, «acostumbrados a los seísmos, no dieron mucha importancia a este primer movimiento, que solo provocó daños leves». Fue un temblor de magnitud 4,4 en la escala de Richter que se registró a las 17.05, «con epicentro a siete kilómetros del casco urbano de Lorca y que, al igual que el segundo, se sintió en casi toda la región de Murcia, así como en otras provincias limítrofes».
El desastre llegó con la segunda sacudida, que quedó registrada a las 18.47. Alcanzó una magnitud de 5,2, que no debería haber sido demasiado grave. Según la escala de Richter, un terremoto de magnitud entre 5 y 5,9 solo causa daños menores, salvo que afecte a edificios antiguos. Para hacernos una idea, suele haber unos 800 seísmos de este calibre al año, y ya ves que no son ni siquiera noticia.
El problema en esta ocasión fue dónde se originó la falla, es decir, la fractura en la corteza terrestre a lo largo de la cual se desplazan los bloques de terreno. Ese día la tierra se movió a solo cuatro kilómetros de la ciudad. Además, esa falla, que se conoce como de Alhama o de Lorca-Totana, es muy superficial. Esto provocó que el movimiento sísmico tuviera mucha aceleración, que fue la causa de que los daños fueran tan graves.
Esa proximidad del epicentro provocó el pánico. «El miedo y, sobre todo, la incertidumbre se apoderaron de los cerca de 100.000 habitantes de la tercera ciudad de Murcia. Tras el primer movimiento sísmico, miles de vecinos se echaron a la calle», leemos en el reportaje titulado «Miles de lorquinos se aprestaban a pasar la noche en la calle», que continúa contando que «lo peor vino con el segundo terremoto» y, tras enumerar los estragos más evidentes, que «miles de personas, a las que los seísmos sorprendieron en su casa o en el trabajo, se lanzaron a las calles ante el temor a derrumbes.
El pánico a otro terremoto era grande». Inmediatamente, «los servicios de emergencias pidieron a los habitantes que no entrasen en sus casas» y que fueran a lugares abiertos, que es lo que hicieron muchos lorquinos tras recoger mantas y ropa de abrigo para la noche. «“Aquí no puede caerme nada encima”, decía María, que se fue a dormir a un campo cercano», contaba la crónica.
En esta época empezaban a despegar las redes sociales en todo el mundo y el periódico recogía algunas. «Los perros ladran sin parar, todo está destruido. Dios, ¿estamos en España o en Japón?», decía un mensaje. «Una réplica más hace solo un minuto, ¡vaya día!», se leía en otro.
Derrumbe en directo
Aparte de ser «el quinto más grave», según leemos ese día en La Voz, algo que pasará a la historia de este terremoto fueron las imágenes de televisión en directo de la caída de un campanario. El programa que se emitía era, precisamente, España directo (Televisión Española) y el campanario era el de la iglesia de San Diego.
Ese mes, el 22, tocaban elecciones municipales en toda España, y esa fue otra de las derivadas de la tragedia: el PSOE y el PP, dirigidos entonces por José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, respectivamente, suspendieron ese día la campaña electoral.
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