CARLOS OCAMPO

Schengen es una pequeña localidad (poco más de mil habitantes en el 2005) de Luxemburgo próxima a las fronteras con Alemania y Francia. Su tamaño es inversamente proporcional a su trascendencia para los europeos, porque allí se firmó el tratado por el que hoy podemos viajar a cualquier país de Europa sin pasaporte. Es más, los ciudadanos de otros países no europeos que crucen la frontera de cualquiera de los que aplican este tratado (con algunas excepciones), podrán viajar por el resto sin tener que volver a visarlo.

Ese marco sin fronteras entre los países que lo integran se llama espacio Schengen y, si sueles leer el periódico, te habrás encontrado más de una vez con esta expresión. Por ejemplo, durante los momentos más duros de la pandemia de covid, en las noticias sobre algunos países que imponían restricciones o incluso prohibiciones al tránsito de ciudadanos europeos de otros países. Además de los 27 miembros de la Unión Europea, excepto Croacia, Bulgaria, Chipre, Rumanía —que se adherirán en breve al tratado— e Irlanda —que por ahora rehúsa entrar en él—, forman parte del espacio Schengen Islandia, Liechtenstein, Noruega, y Suiza.

Diez años de espera

El Acuerdo de Schengen se firmó el 14 de junio de 1985, pero no entró en vigor hasta el 26 de marzo de 1995, como habrás podido ver en el calendario de este mes de La Voz de la Escuela. No fue una noticia destacada en España ese día. Lógicamente, porque aún no formábamos parte de la Comunidad Económica Europea (la Unión Europea se creó en 1993). En efecto, el tratado de adhesión a la CEE lo firmó el presidente Felipe González en presencia del rey Juan Carlos el 12 de junio de 1985, el mismo día que Portugal. «España se une por fin a nosotros. Puedo decirlo muy sencillamente: os necesitábamos», dijo aquel día el presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors. El ingreso no fue efectivo hasta el 1 de enero del año siguiente.

Sí se dio toda la importancia que tenía a la entrada en vigor del acuerdo diez años después. La víspera, el sábado 25 de marzo de 1995, La Voz decía: «Doscientos millones de europeos podrán viajar sin fronteras a partir de mañana. Los siete países firmantes del convenio de Schengen se comprometen a vigilar los accesos exteriores a la UE».

Un proceso continuo

Aclaraba la información que esto era algo que ya se había contemplado hacía 37 años, al nacer el Mercado Común, y recortaba a 200 millones de personas esta libertad de movimientos porque entraba en vigor en siete de los nueve firmantes del acuerdo: España, Francia, Alemania, Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Portugal. Los otros firmantes eran Italia y Grecia, que, como entonces no tenían fronteras con los otros siete, debían desarrollar leyes específicas para su peculiaridad.

En una primera fase, esta libertad era solo para volar. «La supresión completa se producirá tras un período de prueba de tres meses», añadía la noticia. Además, eliminar controles fronterizos implicaba el compromiso de «reforzar la vigilancia en las fronteras exteriores». Y es que antes de desarrollar completamente el acuerdo hubo que garantizar que el espacio de libre circulación «no iba a degenerar en un amplio mercado único de la droga, la delincuencia y la inmigración clandestina, como pretenden los adversarios de la integración europea».

Otros posibles problemas que había que dejar bien resueltos eran los relativos a «visados, derecho de asilo [que obligaron a Alemania y Francia a hacer enmiendas constitucionales] y cooperación policial». Para atar este último punto, se instaló el Sistema de Información Schengen (SIS) con información sobre «personas buscadas por delitos graves, las armas y vehículos robados, además de los sospechosos». El SIS es accesible a todos los organismos policiales de los Estados de Schengen y está ubicado en Estrasburgo (Francia).

Un gran avance

Schengen era algo tan novedoso y sorprendente que una columna de esa página, la 24 de Nacional, debía aclarar información elemental sobre qué hacer en el aeropuerto: «Los pasajeros no pasarán control ni precisarán identificarse. […] Se dirigirán a las mismas terminales que hasta ahora».

Las oenegés tenían otra preocupación: que Schengen dificultara la situación de los inmigrantes y de los demandantes de asilo. Y La Voz desarrollaba este tema en un gran paquete informativo.

Y aún resaltaba otro detalle: España mantenía las fronteras con Andorra y Gibraltar.

Para saber más

Los suscriptores pueden acceder a la Hemeroteca de La Voz de Galicia. Un consejo: para tener éxito en la búsqueda, utiliza los cuadros que permiten acotar las fechas.

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