Fue cien años después del hundimiento del Titanic. Si lo que ocurrió en la madrugada del 14 al 15 de abril de 1912, cuando un iceberg se interpuso en el camino del mayor trasatlántico del momento en su viaje inaugural, puede calificarse de imprudencia de los tripulantes, que ignoraron los avisos de la proximidad de los icebergs, lo del Costa Concordia fue consecuencia de una temeridad. El viernes 13 de enero del 2012 el barco naufragó frente a la isla de Giglio, al chocar contra una roca. Murieron 32 personas y 64 resultaron heridas. Su capitán, Francesco Schettino, fue detenido como sospechoso de homicidio involuntario por navegar demasiado cerca de la orilla, saliéndose de la ruta programada, y condenado a 16 años de cárcel en el 2015.
Este naufragio pasará a la historia por la vergonzosa actitud del capitán, que abandonó el barco y se puso a salvo cuando aún había muchos pasajeros y tripulantes por rescatar.