SUSANA PÉREZ CASTELO

El último informe de la Organización de Naciones Unidas sobre las previsiones de la población mundial señala la fecha del 15 de noviembre de este año como el día en el que se llegará a los 8.000 millones de habitantes. El crecimiento demográfico ha ido a un ritmo muy rápido en las últimas décadas, aunque no siempre fue así. Hasta comienzos del siglo XVII la población mundial no alcanzó los mil millones, y le llevó algo más de un siglo duplicarse. Pero en el período comprendido entre 1950 y el 2020 se triplicó, y se prevé que para el año 2100 podríamos superar los 10.000 millones de habitantes.

Aún así, el ritmo de crecimiento se ha ralentizado y algunas tendencias han cambiado. La tasa de fecundidad, por ejemplo, ha caído desde los 4,5 hijos de media que tenía cada mujer en 1950 a los 2,1 en el año 2021. También se ha reducido la mortalidad, proyectado en el dato de la esperanza de vida, que en el 2019 fue de 72,8 años, casi nueve años mayor que en 1990. Con todo, los números y las tendencias no son iguales en todo el mundo. Mientras que más de la mitad del incremento de la población mundial en los próximos 30 años tendrá lugar en solo ocho países de Asia y África, en otros 61 Estados se estancará o decrecerá.

Más allá de las cifras, el hito de los 8.000 millones brinda una oportunidad más para reflexionar sobre el impacto de la creciente población humana en el planeta, y en particular sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Adoptados en el año 2015 en el seno de la ONU, establecen 17 metas a alcanzar antes del 2030, que incluyen erradicar la pobreza, el hambre, garantizar el acceso a la educación, al agua potable, la defensa del medio ambiente, la gestión sostenible y eficiente de los recursos naturales o la lucha contra el cambio climático.

Satisfacer las necesidades del cada vez mayor número de habitantes conlleva un incremento en la demanda de todo tipo de recursos. Esto implica más presión sobre el medio ambiente, sobre cuestiones como la explotación de bancos de pesca y de otros productos del mar, la tala de bosques, que pone en riesgo la supervivencia de especies vegetales y animales, la acumulación de residuos que tardan mucho tiempo en degradarse, o un creciente consumo de las fuentes de energía, con emisiones de contaminantes que repercuten sobre el clima a escala global. Las decisiones colectivas e individuales que se adopten, junto a las soluciones científicas y tecnológicas serán decisivas para avanzar hacia un desarrollo sostenible que permita mantener a las próximas generaciones.


Susana Pérez Castelo es divulgadora científica.

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